Sorprende leer alabanzas al estilo de vida japonés cuando constantemente tenemos noticias sobre las elevadas tasas de suicidio en este país, a causa del creciente estrés laboral. Es el llamado karoshi, palabra nipona que se refiere a las muertes por exceso de trabajo.
Pero lo cierto es que Japón es el país del mundo con una mayor esperanza de vida (83,7 años) y con más personas centenarias (hay registradas 65.692). “En la región de Okinawa ni siquiera entienden la palabra suicidio. En las grandes ciudades como Tokio u Osaka es diferente por los altos niveles de competitividad y estrés, pero hay diferencias abismales entre unos lugares y otros”, cuenta Marcos Cartagena.
Él lleva 16 años estudiando a fondo la cultura nipona, vivió en el país del sol naciente, es CEO cofundador de la peculiar agencia de viajes Descubriendo Japón y ahora acaba de publicar El sistema Hanasaki (Plataforma Actual), donde repasa los nueve pilares japoneses para una vida centenaria con sentido.
Cartagena se basa en el estilo de las poblaciones niponas más longevas para crear ese sistema (Hanasaki significa “flor que florece”) y explicar por qué viven tanto y enferman tan poco. Y es que las islas de Okinawa ocupan los lugares más bajos en el ranking de enfermedades crónicas como la diabetes o el cáncer. ¿Qué dice el sistema Hanasaki sobre la comida? ¿Qué comen estos japoneses para mantenerse sanos durante más de 100 años? Estas son algunas de las claves.
La traducción literal del concepto es “panza al 80 por ciento”, es decir, no comer hasta saciarse completamente. “Para los japoneses ese 20% que comés de más, hasta llenarte al 100% es el que realmente te hace daño. Si te quedás al 80% de tu capacidad, tenés energía para correr una carrera después de comer, pero si te llenás tus órganos se desgastan más, te sentís pesado, te cuesta digerir… Eso es lo que según ellos en Occidente provoca problemas de obesidad, diabetes, problemas hepáticos…”, apunta Cartagena.
Si masticás correctamente, el estómago trabaja menos. “Los centenarios japoneses comen con calma. Desde pequeñitos, los niños japoneses son instruidos en estos conceptos: algo tan simple como masticar bien puede regalarte años de vida”. Es una idea totalmente complementaria a la del ‘hara hachi bu’, porque al masticar más te sacias más, y comés menos.
Debemos tener en cuenta que Cartagena se refiere siempre a las zonas determinadas de Japón con muchos centenarios. En las grandes metrópolis no comen precisamente con calma. “En esas ciudades se han metido en la cultura occidental de lleno, trabajan demasiado y no tienen tiempo de cocinar. Están perdiendo parte de las tradiciones que tenían, tradiciones que sí se conservan en otras zonas”.
En Japón se consumen un promedio de 2.719 calorías diarias. Esas pocas calorías que se consumen son indicativas , según los gerontólogos que estudian la situación en el país nipón, para explicar cómo viven.
En general, la dieta japonesa tiene una alta tasa de hidratos de carbono. “Principalmente los extraen de la verdura, la fruta y los cereales, suelen ser fuentes de asimilación lenta, no se convierten en grasas tan rápido como otro tipo de hidratos”, según Cartagena.
En cuanto la carne, “la introducción de este alimento se ha relacionado con que los japoneses vivan más tiempo”. ¿Cómo se explica? En el siglo VII se prohibió la carne en Japón y solo se tomaba como medicina. Cuando la civilización occidental penetró en el país nipón durante la segunda mitad del siglo XIX, el emperador Meiji decidió comer carne de vaca habitualmente, se levantó la prohibición y se fue introduciendo en la dieta cotidiana de la población. Aun así, el pueblo continuó pensando que comer carne contaminaba la sangre y no fue hasta la segunda mitad de la década de 1960 cuando se popularizó. El incremento del consumo cárnico coincidió con una importante baja del número de accidentes cerebrovasculares.
“Aunque el truco es que los japoneses nunca consumieron tanta carne como en Occidente. Las fuentes de proteína son variadas: pescado, algas, soja fermentada (miso y sopa de miso, tofu) y un bajo consumo de carne. Esa combinación les funciona muy bien”, según el sistema Hanasaki.
Los ancianos con los que convivió Cartegena repetían frases como “esta es la época de comer…” o “esta es la estación de…”. Prefieren dejar a la naturaleza marcar el ritmo, y no recurrir a vegetales de otros lugares o de cultivo forzado en invernaderos. “De esta forma no se altera la naturaleza de ese alimento, comés lo que la naturaleza te da”.
En las zonas más rurales de Okinawa no disponen de supermercados. En su lugar, sí se encuentran pescaderías, carnicerías y puestos de venta de verduras y frutas. “No hay largas estanterías de productos empaquetados de marcas comerciales y llamativos colores que nos incitan a comprar”, apunta Cartagena.
“Comprar en la verdulería, llevarnos la compra a casa, cocinar aunque sean platos sencillos… Y es que la nueva forma de alimentarse de forma rápida y el fast food nos están quitando años de vida”.
En el otro extremo de la despreocupación por lo que nos llevamos a la boca está la obsesión con contar calorías o con llevar dietas estrictas. “Meterte en algo muy rígido que te dice cada paso que tenés que dar para estar sano se puede convertir en lo contrario. El estrés te está arañando físicamente, lo que ganás por un lado lo perdés por otro. En Japón no están obsesionados con la dieta, y es el país con menor tasa de obesidad del mundo (un 4%, cuando hay países donde se llega al 30%)”.
Los japoneses, de hecho, son personas que por norma general comen bien, apostando por “un poco de cada cosa, sin pasarse. Cantidades razonables que evitan el aumento de la obesidad en la población”. Puede que el secreto sea la regla de mucha verdura, fruta y pescado.
A todos estos hábitos alimentarios hay que añadir otras costumbres de vida saludable para explicar la calidad de vida de los centenarios japoneses. Actividad continua que los mantiene siempre ocupados, práctica moderada de un deporte, tener una rutina del sueño (durmiendo entre seis y ocho horas levantándose y acostándose a la misma hora), liberarse de los vicios, recibir rayos de sol con moderación y darse baños en aguas termales (en los llamados ‘onsen’) son algunas de las otras claves imprescindibles.