La convivencia en pareja no siempre es fácil. Como explica el psicólogo y coach Joan Garriga en El buen amor en la pareja (Destino), aunque el ser humano ha nacido para vivir acompañado, el cambio del amor tiene muchos baches.
“En las relaciones de pareja no hay buenos y malos, culpables e inocentes, justos y pecadores”, asegura Garriga. “Lo que hay son buenas y malas relaciones: relaciones que nos enriquecen y relaciones que nos enriquecen”. ¿Cuál es la clave para tener una relación satisfactoria? No hay sólo una, pero si unas condiciones necesarias para que una pareja funcione, tal como explica Garriga en el capítulo del libro que reproducimos a continuación.
En la pareja activamos esquemas afectivos y pautas de relación que se imbrican y engrasan creando un campo compartido de bienestar cuando va bien. Y todo lo contrario cuando va mal: un campo de batalla, con su reguero de destrucción y pena. En verdad, resulta triste que haya tanto dolor en las parejas y no se materialice el amor que sienten o sintieron en su momento, por tratar de ajustarse a un esquema o pauta ajenos. A mi juicio, no hay modelos ideales que debamos seguir, sino relaciones reales, y cada pareja debe encontrar su propia manera afilando su sensibilidad y evitando traicionar la inteligencia de su corazón.
A menudo, la fascinación amorosa ignora con soberbia la incompatibilidad de dos naturalezas, y las personas creen amarse de buena fe pero carecen de la posibilidad de una comprensión verdadera
No hay esquemas preestablecidos, por tanto, pero sí condiciones que facilitan o dificultan la relación de pareja. Hay criterios que nos permiten reconocer si nos estamos juntando con la persona adecuada o no, si estamos más cerca o más lejos de que el amor se logre. Arnaud Desjardins, discípulo del sabio hindú Swami Prajnanpad, explica en su libro Una vida feliz, un amor feliz los cinco criterios que su maestro le enseñó para reconocer el valor profundo de una pareja. Cuando éstos se cumplen, la pareja vive en armonía y sus asuntos son alegres y serenos.
La primera condición es que la relación sea fácil, que fluya sin demasiado esfuerzo. Que las cosas sean cómodas, que no tengamos que malgastar grandes cantidades de energía en emociones ni se nos obligue a luchar contra éstas. Cuando esta condición se da, existe una comunión real, una comodidad que no es rutinaria, en la que no hay dramas ni tragedias, sólo bienestar. Todo se desenvuelve con naturalidad, y las cosas resultan fáciles y gráciles.
La segunda condición de Prajnanpad es que se trate de dos naturalezas no demasiado incompatibles, no demasiado diferentes. Que la compresión del otro no esté más allá de nuestras capacidades. A menudo, la fascinación amorosa ignora con soberbia la incompatibilidad de dos naturalezas, y las personas creen amarse de buena fe pero carecen de la posibilidad de una comprensión verdadera. La compatibilidad del hombre y la mujer, o de cualquier pareja descansa sobre la diferencia, pero también sobre la posibilidad de asociación, imbricación y complicidad.
La tercera condición es que los miembros de la pareja sean verdaderos compañeros, que se sientan como tales, acompañados, ya que el otro es también un amigo y la amistad no se desgasta con el curso de los años. Que puedan compartir sus peculiaridades, gustos, intereses, diferencias, complicidades. Que tengan a alguien al que entienden y que los entiende.
La cuarta condición es tener fe y confianza plena en el otro. Que no sea necesario temer, desconfiar o protegerse para poder reencontrar un corazón inocente. Que el otro nos inspire una completa confianza sobre la cual se pueda cimentar un amor duradero, susceptible de crecimiento. Que tengamos la convicción de que el otro no nos va a dañar.
La quinta y última condición es, si cabe, la más difícil de cumplir: el deseo espontáneo de que el otro esté bien, lo cual quiere decir, el deseo de que esté bien por encima de nuestros miedos o carencias. Digo que es difícil de cumplir porque en los tiempos actuales, en los que se vive la pareja más al servicio del yo que del tú o del nosotros, es más común que uno tenga el impulso espontáneo de que el otro lo haga feliz, y no de hacer feliz al otro. La palabra “espontáneo” es el epicentro de esta cuestión, y se trata de un sentimiento que no se puede fabricar artificialmente. Se da o no se da. Lo sentimos o no lo sentimos. Consiste en ver al otro con la inteligencia del corazón y no sólo a través de nuestras proyecciones y anhelos, y así lo amamos como es y le damos lo que necesita y espera recibir. Se trata de encontrar la propia felicidad con la plenitud del otro.