Mascarillas exclusivas, revestidas en seda y con delicados diseños acabados a mano es la propuesta que ofrece una joven diseñadora chilena para evitar que las novias tengan que ponerse máscaras quirúrgicas en un día tan especial como su boda.
«La mascarilla se inspira en el detalle de sus propios vestidos. La idea es que se guarde como una joya, como un recuerdo de este tiempo que nos va a dejar tantos aprendizajes», dijo a Efe Andrea Fachin.
En ese difícil equilibrio entre estética y seguridad sanitaria para evitar la propagación de la COVID-19, la joven explicó que las mascarillas tienen tres capas: una exterior de seda y pedrería, una intermedia impermeable y otra de algodón para evitar la irritación de la piel.
«A las clientas les ha encantando. Es una experiencia un poco tragicómica, pero ya que estamos en estos tiempos hay que asumirlo», agregó en su taller Fachin, que se dedica a la confección manual de vestidos desde hace seis años.
Con cerca de 465.000 infectados y más de 12.800 muertos desde marzo, Chile es uno de los países más afectados del mundo por la pandemia, que remite en la capital y en la zona central, pero se agrava en el sur del país.
Durante los meses de estricta cuarentena apenas se celebraron bodas en Chile. Según el Registro Civil, cayeron más de un 80 % este año, pero con el levantamiento gradual de las restricciones en gran parte del país los novios se empezaron a animar a pasar por el altar, aunque con un máximo de 10 personas.
Las mascarillas para novias, agregó, son una tendencia ya en países europeos y «llegaron para quedarse», debido a la cantidad de matrimonios que quedan pendientes de celebrarse y a que el fin de la pandemia se antoja aún lejano.
La mayoría de los de Santiago, que durante meses fue el principal foco, avanzan en el plan de desconfinamiento y sus habitantes disfrutan de libertad de movimiento todos los días hasta el toque de queda nocturno y los restaurantes pueden servir en las terrazas.
El sector de los eventos, al igual que la hostelería, el ocio o el turismo, es uno de los más afectados por la pandemia, por eso cualquier iniciativa original puede ayudar a amortiguar unas pérdidas millonarias.
Durante el segundo trimestre del año, el PIB chileno se desplomó un 14,1 %, la mayor caída desde 1986, y en los últimos meses se perdieron cerca de 1,8 millones de empleos.