Cuando llega el momento del despegue y el aterrizaje hay una serie de pasos rutinarios que se repiten, entre ellos, se apagan las luces interiores de la cabina. Se trata de una norma ampliamente aceptada como un procedimiento de seguridad pero, ¿para qué demonios sirve hacerlo?
Una de las razones tiene que ver con lo que se denomina “la regla de los 90 segundos”, una especie de guía crucial para las aerolíneas y los procedimientos en un vuelo.
Para entenderlo tenemos que remontarnos a la década de 1920, cuando no existían este tipo de procedimientos y el tráfico aéreo comercial veía una muerte por cada 21.000 kilómetros, lo cual evidentemente no era nada bueno. Sin embargo, había una compañía que rebajaba por mucho esa drástica estadística en la industria: el sistema de correo aéreo del gobierno de Estados Unidos.
La razón: habían puesto el foco sobre la seguridad implementando todo tipo de reglas innovadoras para la época. Por ejemplo, los pilotos eran seleccionados después de exámenes médicos exhaustivos, los motores eran revisados una vez cada 100 horas de vuelo, y después de cada ruta había una lista de verificación de inspección de 180 puntos.
La minuciosidad del sistema aéreo de correo fue copiada por el resto de aerolíneas, rebajando el número de muertes hasta 10 veces. Con los años se fueron añadiendo nuevas normas, como el requisito de tener copilotos, radios, límites de horas en que los pilotos pueden estar en el aire o que los aviones necesitaban tener múltiples motores para tener la capacidad de volar en caso de emergencia.
Para el año 1967 se pasó a exigir que todas las aerolíneas incluyeran máscaras de oxígeno, dispositivos de flotación y marcas de salida de emergencias que aclararan a los pasajeros dónde están las salidas más cercanas. Un conjunto que forma parte de esa “regla de los 90 segundos” de la que hablábamos al comienzo.
Dicha regla requiere que todas las aerolíneas que utilicen aviones con una capacidad de 44 personas o más deben ser capaces de realizar una evacuación de emergencia en 90 segundos o menos (incluso si la mitad de las salidas están bloqueadas). De hecho, cada año se llevan a cabo pruebas para garantizar la evacuación.
Y por extraño que parezca, uno de los mayores obstáculos para tener éxito en dicha regla tiene que ver con los pasajeros y el instinto por tratar de agarrar sus pertenencias para llevárselas con ellos es una situación de emergencia.
Todo esto nos lleva a la pregunta inicial, ¿y para qué demonios se apagan las luces en el aterrizaje y despegue? Se apagan debido al tiempo que tardan los ojos en adaptarse a la oscuridad.
Si una emergencia durante el despegue o el aterrizaje causó que se apagaran las luces repentinamente, nadie podría ajustar sus ojos a dicha oscuridad, lo que haría más difícil la evacuación, especialmente en 90 segundos.
Y es que hoy sabemos que la retina en la parte posterior del ojo tiene dos tipos de células, los bastones y los conos, quienes toman la luz para convertirla en señales neuronales. Por un lado, los conos ayudan cuando hay poca luz, mientras que los bastones se encargan de ver por la noche. De esta forma, cuando se apagan las luces, los conos se ajustan más rápido, aunque en un plazo de 9 a 10 minutos, y los bastones, cuyo trabajo es manejar poca luz, pueden tomar hasta 30 minutos para ver lo mejor que puedan.
Por todo ello hay una buena razón para apagar las luces en el despegue y el aterrizaje: es ahí cuando se producen la mayoría de los accidentes aéreos, con un 13% y un 48% respectivamente.
Es decir, que el apagado de luces sirve para “aclimatar” a los pasajeros ante una posible emergencia durante un vuelo (sobre todo nocturno). Nuestros ojos pueden tardar entre diez y 30 minutos en ajustarse completamente a una configuración oscura, lo que significa que atenuar las luces puede ayudar a que los ojos se ajusten previamente a la luz más baja. Y si es de noche cuando todos deben evacuar repentinamente, esos segundos que tardan los ojos en calibrarse en condiciones de poca luz son fundamentales.
Así que junto con las luces atenuándose, todas esas rutinas previas antes de partir lo que hacen es proporcionar a los pasajeros las instrucciones para llegar a la salida lo más rápido posible.