Los habitantes de la ciudad de Erfud, capital de uno del mayor oasis del sureste de Marruecos, en la frontera con Argelia, dicen que su región es «el mayor museo abierto» de fósiles en el mundo.
En las montañas rocosas y áridas que rodean a la ciudad hay piedras gigantes que contienen restos y huellas de animales acuáticos y silvestres extinguidos, desde dinosaurios hasta tiburones y varias especies de conchas marinas, que remontan a decenas de millones de años, antes incluso de la aparición de los humanos.
Pero ni siquiera es necesario ir hasta las montañas o salir al desierto para descubrir los fósiles, pues en la ciudad abundan los locales, mezcla de tienda y museo, donde se exhiben miles de piezas, la mayoría de ellas en venta.
En ellos se pueden encontrar fósiles en diferentes estados, muchos de ellos integrados en piezas de decoración como jarrones y platos, e igualmente como objeto de uso cotidiano en mesas, lavabos y baños esculpidos de la misma roca, así como llaveros de diferentes tamaños.
Los fósiles más frecuentes en la región son las amonites y las trilobites, además de los poríferos, que son animales primitivos ya extinguidos desde hace cientos de millones de años.
Los habitantes de la zona descubrieron a mediados del siglo pasado que estos fósiles que se encuentran prácticamente tirados por todas partes podían convertirse en una fuente más de ingresos para ellos y empezaron a vender a los turistas las piezas que recogen en las montañas de la región.
Lajlafa Buaich, de 39 años, uno de los dueños de estos expositores de fósiles, explicó a Efe que su proyecto es fruto de un largo esfuerzo de su familia, y recordó que su abuelo tuvo la idea, a finales de los años setenta, de vender a los turistas extranjeros fósiles recolectados en el desierto.
«Mi abuelo escogía los fósiles de la montaña, sin ningún tipo de trabajos de excavación, y se ponía en la carreteras por donde pasan los turistas para vendérselos», explicó.
Los años ochenta representaron el auge de la venta de los fósiles en Marruecos: fue entonces cuando su padre decidió crear una empresa familiar moderna para la extracción y la venta de este material.
En los años noventa este sector sufrió su peor crisis, según el comerciante, por la caída del turismo a causa de la guerra del Golfo, pero después del 2000 recuperó su dinámica, lo que ha animado a su empresa a cerrar acuerdos con compañías occidentales para atraer turistas, sobre todo de Francia, Reino Unido y Estados Unidos, que viajan a Marruecos solo en busca de fósiles.
Añadió que su empresa centra su política en tres objetivos: mantener una buena reputación ante los casos de falsificación de fósiles, mantener su proceso legal y ecológico en la producción y crear empleo directo e indirecto.
Explicó que gran parte de sus conocimientos los ha adquirido gracias a las misiones científicas que vistan la región, que le han proporcionado libros y documentos con los que ha ido aprendiendo más allá de su intuición y su experiencia.
Buaich descarta que los fósiles están amenazados de agotamiento porque, en su opinión, «la producción no puede ser masiva porque la venta es muy lenta».
La experta en la Universidad Cadi Ayad de Marraquech Nezha Lazreq explicó a Efe que la explotación legal de los fósiles no supone un peligro porque está controlado por el Estado, pero alerta contra la explotación clandestina.
Explicó que el peligro consiste sobre todo en el agotamiento de los fósiles en algunas zonas donde son importantes para estudiar las capas geológicas.
En el año 2000, la UNESCO agregó la región de Tafilalet, donde está situada Erfud, a la red mundial de reservas de biosfera para proteger su diversidad ambiental, geológica y cultural, que comprende los fósiles.