Reír o llorar. O los dos. He ahí el dilema. El anuncio del lanzamiento de ABC de Tío Simón produce un choque de sentimientos. En una esquina se encuentra la alegría de saber que se multiplican los esfuerzos para que la figura del invaluable compositor aragüeño no quede arrinconada en algún lugar de la nostalgia nacionalista, al tiempo que se preserva el poder del gentilicio. En la esquina diagonal surge la tristeza de comprobar que tales iniciativas prosperan en otras latitudes, porque la industria editorial del país hiberna como otros sectores del entramado nacional.
Va la explicación. Al director creativo criollo David Calcano se le ocurrió la idea de hacer un libro para enseñar a leer. Hasta aquí, la idea no explotó bombillo alguno. Sin embargo, la genialidad surgió cuando quiso que el hilo conductor fuera el entrañable personaje, encargándolo de asociar cada letra con palabras de uso coloquial en Venezuela.
Hoy, el material está en preventa a través de plataformas digitales. A partir del 15 de octubre podrá ser adquirido en librerías, pero… solo de Estados Unidos. No llegará a los anaqueles de las estancias que subsisten en territorio nacional.
Al cometido que obviamente tiene un trabajo de este tipo (divulgación, preservación y comercio), se suma el hecho de que los productores decidieron que un dólar del precio de venta al público por cada ejemplar sea donado a la Fundación Simón Díaz, para que la institución continúe su labor benéfica de apoyo a niños en estado de vulnerabilidad.
Sea como sea, entre lágrimas y aplausos, hay que dar la bienvenida a este peculiar ABC de Tío Simón. Aquí, allá o acullá siempre valdrá la pena lucir el sello venezolano de la mano del talento surgido en esta tierra.