Con sus filas renovadas frente a un repertorio panorámico de 35 años en los que han vendido más de 130 millones de álbumes y han ofrecido más de 2.800 conciertos, Bon Jovi han regresado este domingo a España con un «lifiting» solo en el aspecto formal para acabar triunfando como siempre con su cara más clásica.
En una gira en la que están midiendo mucho los tiempos entre conciertos para no apurar las fuerzas, la banda ha ofrecido una única cita en el país ante el aforo completo del Wanda Metropolitano, más de 50.000 personas, muchas de las cuales vivieron su anterior actuación en la ciudad, hace 6 años en el estadio Vicente Calderón, cuando la incluyeron sin cobrar un euro en plena crisis económica.
Junto a Jon Bon Jovi y los otros miembros fundadores David Bryan (teclados) y Tico Torres (batería), se ha presentado una alineación inédita en España integrada por el bajista Hugh McDonald, el multiinstrumententista Everett Bradley, el coproductor y compositor John Shanks y el guitarrista Phil X.
«Nos hemos convertido en un nuevo y rejuvenecido grupo», prometía su líder en nota de prensa, una premisa que han intentado trasladar también al repertorio no con un repaso intenso de su último álbum, «This House Is Not For Sale» (2016), sino con un cribado de casi toda su discografía desde la publicación de «Bon Jovi» (1984), incluidos cortes de las menos exitosas últimas dos décadas.
Muy poco han tardado sin embargo en confiar en los grandes «hits» de los años 80 y primeros 90, pues tras el arranque con el corte que titula su último álbum, Bon Jovi ha encadenado «Raise your hands», «You Give Love a Bad Name» y «Born to Be My Baby», de sus celebrados «Slippery When Wet» (198) y «New Jersey» (1988), que un «tour» más se han convertido en un importante granero de canciones.
Eso ha sido tras un arranque puntual, a las 22.00 horas de la noche, con un escenario menos artificioso que el frontal de buick de la vez anterior e integrado por tres colosales pantallas en las que han proyectado imágenes de Madrid que el público ha celebrado como si se tratara de otro de los éxitos de su carrera.
«¡Buenas noches, Madrid, es bueno estar de vuelta!», ha exclamado Jon Bon Jovi en español, para más júbilo de los asistentes que, como en anteriores conciertos en el Wanda Metropolitano, han sufrido una acústica borracha que hacía imposible no ya disfrutar de todo el empaque eléctrico y distinguir matices, sino las palabras que se cantaban.
Sin perder espíritu de júbilo en el ritmo del concierto se han plantado en el siglo XXI para interpretar temas tan recientes como «Rollercoaster» o «Lost highway», aunque sus seguidores les han demostrado con creces demandar mucho más aquellos temas «de hace 20 años, cuando llevaban el pelo largo», como «Runaway», cuya singular secuencia inicial al sintetizador ha irrumpido como un rayo.
Ahí parece radicar el bálsamo antienvejecimiento de esta banda, que mantiene la fuerza en cortes relativamente recientes como «Have a nice day», de 2005, pero que echa chispas a las cuerdas ante «hits» como «Keep The Faith», de 1992, que pese al tiempo transcurrido mantiene el tipo tan bien como Jon Bon Jovi, aún peinando canas a los 57 años de edad, no tanto como sus agudos.
Para tomar aire, en el tramo cuyo guion suele variar según el concierto, esta vez se han decantado por las románticas «Amen», teñida en azules, y «Bed of roses», en rojos, otra compensación llegada desde el siglo pasado que ha sido recibida con suspiros al inicio y un mar de aplausos al final.
El canto efervescente colectivo ha regresado con otras dos explosiones de nostalgia: «Blood on blood» y, justo después, «It’s my life», su último gran éxito planetario ya en la bisagra del cambio de la pasada centuria, tras los que han introducido «Bless this mess», tercer y último corte extraído de «This House Is Not For Sale».
A partir de ahí y de forma definitiva, el concierto ha tomado una vía directa a través del tiempo hacia la meta ganadora, entre la épica desértica de «Wanted Dead or Alive», el punto góspel y comunal de «Lay Your Hands on Me», «I’ll Sleep When I’m Dead» y, sobre todo, con «Bad Medicine», un aparente colofón a dos horas de viaje energizante y bien distribuido al que aún le ha quedado gasolina para «I’ll Be There for You» y, cómo no, «Livin’ on a Prayer».