San Miguel arcángel, ‘¿Quién como Dios?’; en árabe, en latín, Michael o Michahel) es el jefe de los ejércitos de Dios en las religiones judía, cristiana (Iglesias católica, ortodoxa, copta y anglicana) e islámica.
Para los cristianos es el protector de la Iglesia y considerado abogado del pueblo elegido de Dios. La Iglesia católica lo considera como patrono y protector de la Iglesia Universal.
La Iglesia copta lo considera el primero de los siete arcángeles, junto con Gabriel, Rafael y Uriel. Es el encargado de frustrar a Lucifer o Satanás, el arcángel de los ángeles caídos o del mal (Apocalipsis 12:7). Por eso, en el arte se le representa como un ángel con armadura de general romano, amenazando con una lanza o espada a un demonio o dragón. También suele ser representado pesando las almas en la balanza, pues según la tradición, él tomaría parte en el Juicio final.
En el catolicismo se cree que se ha manifestado en varias ocasiones. Su aparición más documentada e influyente durante la Edad Media (y, de hecho, el germen del culto micaelino en la Iglesia de Occidente) fue la del monte Gargano (celebrada el 8 de mayo). En Roma hay una estatua de bronce que lo representa en lo alto del Castel Sant’Angelo, recordando cuando se apareció allí al papa Gregorio Magno (hecho celebrado el 25 de abril). Se apareció a santa Juana de Arco (en su calidad de guerrera) y a santa Margarita (en su calidad de domadora de dragones), así como en Francia, donde en la Edad Media se le dedicó el Mont Saint-Michel, y en el siglo XVII en San Miguel del Milagro, Tlaxcala, México, aparición que reproduce los elementos principales (brote de agua) de aquellas que se dieron en Gargano y en Chonæ.
Se cree que se apareció en Fátima (Portugal) en 1916, antes de las apariciones de la Virgen María, donde, postrándose, llevó el mensaje de orar a tres niños pastores (Lucía, Jacinta y Francisco) invitando a orar de la siguiente manera: «Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman.»
Su fiesta es el 29 de septiembre, y desde 1970 se le celebra junto con San Gabriel y San Rafael.
Se cuenta que el 13 de octubre de 1884 el papa León XIII experimentó, durante la celebración de la misa, una visión en la cual vio a Satanás y a sus demonios desafiando a Dios, diciendo que podía destruir su Iglesia si quería. Sin embargo, el pontífice pensó que si el demonio no lograba su cometido, sufriría una derrota humillante. Vio entonces aparecer a Miguel y lanzar a Satanás y sus legiones en el abismo del Infierno. Después llamó a su Secretario para la Congregación de Ritos. Le entregó una hoja de papel y mandó que se enviara a todos los obispos del mundo, indicando que la oración que había escrito tenía que ser recitada después de cada misa (y así se hizo, hasta el Concilio Vaticano II, cuando fue suprimida).
Coronilla a San Miguel Arcángel.
Esta oración es:
«San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y las acechanzas del diablo.
Que Dios manifieste sobre él su poder, esa es nuestra humilde súplica;
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, con la fuerza que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos
que vagan por el mundo para la perdición de las almas.
Amén.»
Después del Concilio Vaticano II, el mandato de recitar esta oración al finalizar la misa fue revocado pero se puede continuar con esta práctica a manera de devoción. De acuerdo a la tradición católica, la Coronilla a San Miguel Arcángel ofrece grandes bendiciones a quien la rece, incluyendo la liberación del purgatorio de la persona que reza, de sus familiares y seres queridos.