Hace tan solo unos días sucedió lo que creíamos imposible: se obtuvo la primera imagen de lo que sería un agujero negro. Sin duda esto fue todo un logro para la ciencia al desentrañar un secreto más de estos enigmáticos habitantes del espacio. En ese momento no hubo más que fascinación ante un espectáculo que jamás pensamos ver.
Probablemente todos estemos de acuerdo en que los agujeros negros son intimidantes y misteriosos. Lo principal que sabemos de ellos es que tienen una fuerza gravitatoria colosal y que algo no puede escapar una vez cae dentro de ellos. Además, pensamos que si llegamos a estar dentro de su área de efecto, esto nos llevará a la destrucción.
¿Pero en realidad un destino así le espera a todo lo que se encuentre en su camino? Puede que todo dependa según el tamaño del agujero negro.
Así lo explicó hace unos años el canal de Youtube EnigmaCinco. En uno de sus videos utiliza un programa de simulaciones del espacio llamado Universe Sandbox, el cual fue desarrollado por astrofísicos. Su objetivo fue el de comprobar qué sucedía si un agujero negro ingresaba a nuestro sistema solar.
No obstante, antes de comenzar aclaró que los efectos serían distintos con dos tipos de agujeros negros. El primero sería uno de un relativo pequeño tamaño y el otro sería uno supermasivo.
Así, la primera simulación sitúa un agujero negro errante que se acerca al sistema solar. Este tiene «solo» 100 masas solares y se dirige directamente a nuestra estrella.
Los resultados son impresionantes. Más allá de tragarse todo a su paso, parece aplicar un efecto de «licuadora» al acercar al Sol y todos los planetas hacia sí mismo y después expulsarlos al espacio. Cambiaría completamente las órbitas y generaría un caos en el sistema que antes conocíamos. Más que absorberlos, terminaría enviándolos a otros lugares a altas velocidades. Eso sí, sin el Sol de nuestro lado, moriríamos de todas formas.
Caso contrario ocurriría con un agujero negro supermasivo. En este ejemplo se utiliza a Sagitario A, que supera 4’300.000 veces la masa de nuestro sol.
Aquí ocurriría lo que siempre nos hemos imaginado. Una distancia cercana al sistema solar provocaría que todos los cuerpos allí presentes se abalanzaran con una rapidez increíble hacia el agujero masivo. Tanto el sol como la mayoría de los planetas serían tragados en cuestión de poco tiempo. Solo se salvarían aquellos que se encuentren en una fase lejana de su órbita. Aún así, tampoco estarían del todo seguros.