Armando Reverón, el pintor venezolano más brillante del país del siglo XX, precursor del arte conceptual, conocido como el maestro de La Guaira; tras ser internado en varias ocasiones por una crisis psicótica falleció en el Sanatorio San Jorge, el 18 de septiembre de 1954.
La vida de Reverón se dividió en varias etapas:
La azul (1920), influenciada por el pintor Nicolás Ferdinandov.
La blanca (1924), en la que exploró los efectos de la luz, el crítico e intelectual venezolano, Alfredo Boulton, fue quien le colocó este nombre a esta etapa de la pintura del artista.
La sepia (1940), en la que dedica sus trazos a reflejar el litoral y el puerto de La Guaira y en donde los tonos marrones del soporte del coleto, constituye el valor cromático dominante de la composición, señala la historia.
La artista Sol Rococuchi, quien destaca que no se puede negar que las creaciones de Armando Reverón, también conocido como el “Loco de Macuto’‘, son extraordinarias, señala que “es el primer artista verdaderamente venezolano que existió, porque él estudió afuera como todos los artistas que tenían la costumbre de estudiar afuera y venían para acá a hacer lo que se hacía allá. Pero en Macuto comenzó a crear un arte autóctono”.
Reverón nació el 10 de mayo de 1889 en Caracas, según testimonios de la época, fue dado en crianza a un matrimonio de Valencia, los Rodríguez Zocca, quiene se ocuparon de su primera educación. Sin embargo, fue su tío-abuelo materno, Ricardo Montillo, quien contribuyó a despertar su vocación artística.
Estudió en la Academia de Bellas Artes y por recomendación de sus profesores, en 1911 obtuvo una pensión de estudios en Europa donde tomó contacto con la pintura impresionista.
En 1915 regresó a Caracas para intervenir informalmente en las actividades del Círculo de Bellas Artes, del cual se le considera un representante.
Reconocido fue el método de este artista que en su búsqueda de una percepción más profunda de la naturaleza, que lo llevó a desarrollar procedimientos y materiales que se adecuaran a la forma de representar el paisaje bajo los efectos del deslumbramiento producido por la luz directa del Sol.
Juanita, su musa
En 1918 Reverón conoce a Juanita, quien será su compañera hasta el momento de su muerte y mas allá, porque ella fue su musa, su inspiración para varias de sus obras.
“Reverón gustó de Juanita al verla, y mientras servía la cena le agarró la pierna y le susurró: ‘Esta noche me meto en tu cuarto’. Dicho y hecho. En la madrugada se la llevó para un hotel en Villa de Cura, de allí a La Guaira y luego, a compartir su vida cuando levantó El Castillete“, según refiere el escritor Juan Liscano en su libro El erotismo creador de Reverón.
Juanita murió de un paro cardíaco en el Hospital Vargas de La Guaira en agosto de 1972.
La película
Bajo la dirección de Diego Rísquez, en 2010 fue estrenada en la gran pantalla venezolana una película basada en la vida de Armando Reverón.
La cinta fue protagonizada por el actor Luigi Sciamanna, la música estuvo a cargo de Alejandro Blanco-Uribe y el guión quedó en manos del escritor Armando Coll.
Toda la obra de Reverón deber ser leída como un camino, desandado, de lo representable, que se dirige hacia su pureza, hacia el despojo de cualquier exceso, en un continua transmutación.
El Retrato de Casilda, la Figura bajo un uvero, el retrato de Juanita (1920-1922) notamos que el azul se diluye en una ráfaga que ya apunta a esa luz apasionada que hace a toques de sus brochazos, que se hace golpe y tela.
La Trinitaria (1922) está apunto de ser tragada por la sobre-luz, y los Uveros azules (1922) recuerdan el efecto de arena en los ojos que nos acerca al extrañamiento. En el polvo levantado de muchedumbre en Fiesta en Caraballeda (1924), en el batir de los Cocoteros en la Playa (1926), en la desaparición tras la tela porosa que como la arena borra las huellas que se dejan en Rancho en Macuto (1927), en el Playón (1929) y en la ironía bailarina de carnaval translúcido de Cocoteros (1931), se observan las mismas constantes; los árboles, rostros, cuerpos y paisajes van difuminándose, y toda presencia referencial parece dormir en el poético espacio de la atenuación y el desvanecimiento.
La vida bohemia en la que vivió eternamente Armando Reverón, le permitió a este genio de la pintura realizar una obra que hoy en día es reconocida por todos los críticos de arte a nivel internacional, rompiendo los moldes clásicos de la pintura venezolana.
Fuente: ElNuevoPaís